Estoy en mi casa de Miami tomando el sol. La vida me sonríe. Mi marido es millonario. Yo nado entre dólares. Pero parece que andamos un poco deprimidos...
Por eso voy a mi vestidor, busco mi bikini amarillo de volantitos y me lo pongo. ¡Qué subidón! El amarillo es un color que da muy buen rollito, aunque haya gente empeñada en creer que da mala suerte.
A mí me gusta el amarillo. Cuando vas a una playa con un traje de baño amarillo todo el mundo te mira. En mi casa solo me mira mi santo, pero hoy no está mirándome, está distraído. Le pregunto qué piensa. Sonríe. Sé que no va a decirme nada.
Mi marido es coach. Gana dinero por escuchar tristezas. No es el único. Se estiman en 3.000 los coaches en España, segundo país en Europa por número de coaches, después de Reino Unido. Casi todos y todas están en Madrid y Barcelona. Actualmente la mayoría de los coaches son mujeres (72%) y el 48% pertenece a la generación X (nacidos entre 1965 y 1981).
Yo también estoy pensando en hacerme coach. Lo pienso mientras el sol dora mi cuerpo. Es mejor trabajar por cuenta propia, vas a tu aire y no eres la esclava de nadie. El coaching te permite trabajar cuando quieres y donde quieres.
Mi santo sigue triste. Le pregunto qué le pasa. Me contesta que está pensando en sus coches.
-Tengo 6 ferraris.
-¿Quieres venderlos?
-¿Estarías dispuesta a desplazarte en bicicleta? -me pregunta.
-Iría en transporte público.
Sonríe. Me está imaginando subiendo y bajando del bus. Sonrío también.
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que tiene los volantitos
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