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viernes, 11 de marzo de 2022

La moda del camisón Te quiero divina

Un día soñé que era una mujer florero. Esperaba a mi marido fumando un pitillo, enfundada en un camisón abierto. Pasaba la hora de la cena, y seguía esperando. La cena fría era un pollo ahora helado, con patatitas al horno, ensalada, algo de pan, un vino de reserva viejo. No empezaba a cenar sin mi amorcito. Seguía sentada en el sofá de orejas, con un nuevo pitillo en los labios, el camisón abierto más abierto, el maquillaje ajándose, la piel perfecta.

Mi marido llegaba a las tres de la mañana oliendo a un chanel nº5 que nunca me regalaba. Yo olía a Aire de Sevilla, un perfume que le gustaba mucho a mi suegra antes de ir a vivir a una residencia de ancianos. Mi santo se apartaba cuando quería darle un beso. El camisón se abría más y él no veía nada. Seguía pensando en la mujer del chanel nº5.

Estoy cansando me murmuró y corrió al baño. Comprendía que no quería discutir. Lo dejaba solo en su cuarto de baño con sus necesidades. Mis necesidades eran en aquel momento un compañero de cama, que me quitara el camisón abierto de tela suave y se dejara quitar la corbata, la chaqueta, una camisa que le había planchado yo y aquel pantalón una talla más grande.

Me fui a la cama pensando que se quedaría en el sofá con el olor de la del chanel nº5 pegado a la piel. No fue así. Mi santo entró en mi habitación de mujer florero preguntando cuánto me había costado el camisón que se abría en una invitación a la tentación. Le tiré la factura. Suspiró aliviado. Por una vez, no había gastado mucho dinero en una lencería erótica que ya lo estaba volviendo loco. 



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